sábado, 27 de noviembre de 2010

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Crítica de Desierto de Mediodía por Josefina Camus, en la página del Centro de Investigación y Estudios Coreográficos, CIEC, dirigido por Paulina Mellado.

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lunes, 1 de noviembre de 2010

I bleed


¿Cómo es que el lápiz bic calzaba perfecto para rebobinar un caset? no lo sé, pero era tan latero hacerlo que prefería aprenderme de memoria el orden del caset, sabía perfectamente qué canción venía después de otra, y –si quedaba espacio restante– grababa los hits del momento de la banda sonora de mi vida. Todo para así no tener que adelantar con el lápiz bic.

Hace poco vi la película El Origen, ahí se desarrollaba la idea de cómo reconocer un sueño, dando la explicación de que podías identificarlo cuándo no tienes conciencia acerca de cómo llegaste a cierto lugar o situación.

Hago referencia a éstos temas, pues recientemente pude ir a dos recitales de la banda The Pixies, la que conocí en caset pero que no puedo recordar cuándo, ni cómo (por lo que cuyo descubrimiento me acerca a la idea de sueño). Seguramente me lo pasó mi hermana Paula, pues era quién me proveía de las novedades musicales, pero solo puedo estar segura de que escucharlos fue una revelación.

Debe haber sido el año 90 o 91. No me preocupé mucho de qué trataban sus letras, pues de inglés ni idea, pero era evidente que ladraban una energía que a mis tiernos 15 años superaba toda imaginación.

Quizás desde ahí que empecé a ir a recitales y fiestas (tampoco lo recuerdo muy bien), lo que sí sé es que en recitales y fiestas aprendí a bailar, pues la música provocaba en mí una necesidad imperiosa de investigar en mi cuerpo lo que sucedía. En ese tiempo era gimnasta de alto rendimiento y tenía tal energía, que a pesar de haber entrenado toda la semana, podía salir hasta tarde los fines de semana. Fue una mezcla perfecta de rigurosidad, disciplina y libertad.

La venida de los Pixies provocó en mí mucha nostalgia, de los tiempos en que aún habían tantos sueños por cumplir. Nunca pensé, por ejemplo, que se podía estudiar danza en la universidad, y cuándo lo descubrí se me armó todo un futuro por delante que no había conjugado.

Ahora que como artista doy tanta importancia a la escena, lo que sucede, las materialidades, los objetos, me sorprende ver a Black Francis, Kim Deal, Joey Santiago y David Lovering plantarse en en el escenario sin nada, tocar su música con la ropa que encontraron y con unas lámparas en el techo que no ayudaban en lo absoluto a gritar más fuerte. El estilo es simple, pero sus letras complejas, su música melodiosa y rabiosa, y ahora que sí sé de qué tratan sus letras, con su poesía y extrañeza inimaginables.

Sin duda que los dos recitales recientes fueron diferentes. El primero veía mucho menos pero el sonido era penetrante a pesar de estar al aire libre, en cambio el siguiente, en la cúpula, fue más íntimo, lleno de viejos amigos rondando por ahí. En esa ocasión los vi cerquita, pero el sonido era menos prístino. Después de haber visto en otros tiempos a The Breeders y Frank Black (las bandas que resultaron de la desmembración) me quedo contenta de haber presenciado por fin a The Pixies.


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