martes, 10 de agosto de 2010

Pequeño hombrecito: una reflexión sobre la fragilidad


Una obra coreográfica que lleva por título “Pequeño Hombrecito” y que apuesta a develar la intimidad frágil humana es un buen comienzo, pues permite de entrada sumergir al espectador en una atmósfera delicada y llena de fugacidades, que nos remiten a otro tiempo y lugar.

De este modo, Paulina Mellado, construye un sexteto de 3 hombres y 3 mujeres, mediante el que los intérpretes muestran otra faceta de ellos mismos, en el que se logran determinar diferentes personalidades que comienzan a relacionarse con fluidez, con claras referencias a lo femenino y masculino.

En este registro de identidad (y duda) de género, destaca la importancia del vestuario, pues la transformación corporal de las bailarinas Marcela Retamales (a quien alegra ver de vuelta a los escenarios), Macarena Pastor y Andrea Torrejón está dada en el momento que sobre sus vestuarios masculinos de inicio (pantalones de tela y corsé) visten faldones blancos de distinta tela, pero todos excesivamente anchos y largos, que determinan ciertos movimientos característicos del arquetipo femenino.

Los varones, Magnus Rasmussen, Cristián Espejo y Hugo Castillo, por su parte, también juegan con algunas ambigüedades, entre las que destaca el uso de tacones por parte de Rasmussen, prosiguiendo con la gramática marcada del vestuario, quien además destaca por una interesante ejecución, sobresaliente, en relación a sus anteriores trabajos en La Vitrina, pues inquieta y tensiona las relaciones entre los otros intérpretes, dado un registro varonil que contrasta fuertemente con sus atuendos.

La música y el espacio están delicadamente tratados por José Miguel Miranda y Nuri González respectivamente, quienes configuran un entorno frío, pero en definitiva apropiado para lo frágil que contiene.

El trabajo de Mellado es una composición muy bien trabajada, con la dificultad extra de no hacer distinción de escenas, que nos permite ver desde principio a fin un espectáculo que habla de lo mismo, prefiriendo ahondar en su idea, antes que abarcar otros tópicos afines, que probablemente habrían sobrado. Quizá su mayor mérito está en la inteligencia para profundizar sin llegar a lo reiterativo.

Sin embargo, en su lineamiento forzó el trabajo de secuencias complejas, como algunos dúos, que no siempre pudieron ser sostenidos técnicamente, afectando la pulcritud de un trabajo que debió ser perfecto para ser completamente redondo.

Sin embargo, en suma, se logran ver cuerpos que se transforman para moverse con otra densidad a la habitual, hablando de cada pequeño hombrecito o mujercita que habita en sus cuerpos y experiencias de bailarines maduros, lo que se agradece.

Este espectáculo tendrá nuevas funciones en el teatro de la universidad mayor del 11 al 14 de agosto (ver foto)

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